domingo, 12 de junio de 2011

Cólera y desesperación tras Fukushima


• Tras el tsunami miles de supervivientes viven hacinados en refugios improvisados
AFP/ Tokio
Tres meses después del seísmo y del tsunami que provocaron una crisis nuclear en Japón, la cólera se mezcla con la desesperación entre las decenas de miles de supervivientes que viven hacinados en varios refugios improvisados.

Cólera por la lentitud de la reconstrucción en las zonas costeras de Tohoku (noreste) arrasadas el pasado 11 de marzo por un seísmo de magnitud 9 y olas enormes que destruyeron todo a su paso, provocando más de 15.000 muertos y más de 8.000 desaparecidos.
Pero también desesperación, sobre todo entre los residentes evacuados en los alrededores de la central nuclear de Fukushima, donde los reactores dañados por el tsunami continúan a contaminar el aire y el suelo en decenas de kilómetros a la redonda, arruinando la posibilidad de un retorno a la normalidad antes de que pasen muchos años.
"Hemos escapado, pero vivimos todavía con los miedos de la radiación", explica Tomie Shiga, de 59 años, evacuada y refugiada en un centro de acogida. "Sueño con volver a mi casa, pero todavía no saben cuando será posible. Nada ha cambiado desde el accidente".
Una etapa crucial
La operadora de la central, Tokyo Electric Power (Tepco), espera lograr enfriar los reactores antes del mes de enero, una etapa crucial en la vía hacia la estabilización de la crisis nuclear más grave desde la catástrofe de Chernóbil en 1986.
Faltan todavía muchos años antes de desmantelar el sitio y descontaminar la región. Varios agricultores, que tuvieron que dejar atrás sus granjas y sus animales, están desesperados.
Más al norte, ancianos han visto como el tsunami arrasaba sus casas, y han optado por el suicidio antes que vivir en la soledad y la promiscuidad de los centros temporales que acogen todavía a mas de 91.000 personas. Otros jubilados han rechazado dejar sus casas, a pesar de los destrozos ocasionados, y sobreviven sin gas ni electricidad gracias a la comida que reparten los ayuntamientos.
Las generaciones más jóvenes no esconden su cólera hacia el gobierno. "Limpiamos todos los días, y con el calor, el olor de los peces que se pudren resulta insoportable", explica Toru Suzuki, de 41 años, empleado en el mercado de pescado de Otsuchi, en la prefectura de Iwate.
Contaminación radiactiva
La pesca, una de las principales actividades de la región, no ha vuelto a la normalidad ya que las embarcaciones han sido destruídas por el tsunami. Los pescadores se inquietan de la radioactividad que existe todavía en el mar, que además ha contaminado algunas especies marinas.
La agricultura, otra fuente de ingresos en Tohoku, sufre la extrema salinidad de las tierras, recubiertas enteras por el mar, pero también afectadas por la radioactividad. Varias legumbres han sido prohibidas para su venta y el té verde de la prefectura de Shizuoka, uno de los principales centros de producción en Japón, también ha sido contaminado por la radioactividad de la central, situada a 360 kilómetros al norte.
El coste de esta catástrofe, la más grave en Japón después de la II Guerra Mundial, está estimada en 250 millones de euros. Aún así, a pesar del inmenso trabajo al que se enfrenta el país nipón, la guerra de los jefes ha vuelto a empezar en Tokio para intentar derrocar al primer ministro Naoto Kan, muy popular hasta entonces. "Estamos profundamente dolidos ya que los políticos se pelean por el poder sin ninguna consideración hacia nosotros", concluye una refugiada




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